jueves, 2 de septiembre de 2010

Danza latinoamericana: Movimientos con identidad




Reflexión teórica sobre la danza costarricense y continental. Inquietante diversidad de indagaciones en mitos, creencias, estereotipos y vivencias. La creación coreográfica vista como un todo heterogéneo.



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La danza escénica de América latina representa una experiencia rica en contenidos y expresiones formales. Mestiza como sus creadores, constituye una manifestación cultural heterogénea y compleja. De ancestrales raíces proviene. De vastas influencias se nutre. El resultado es un producto estético particular, que insiste en moldear una identidad propia portadora, al tiempo, de valores de trascendencia universal.

Hablar de danza latinoamericana supone, en principio, que ella no constituye un todo cohesionado y aprehensible. Representa más bien una inquietante diversidad de indagaciones en mitos, creencias, estereotipos, realidades y vivencias, cercanas a sus creadores. Es la suma de los resultados de estas experiencias lo que llega a constituirse en un todo, pero heterogéneo y complejo.

Precisamente, el concepto de identidad se torna en estos momentos de culturas determinadas por los procesos de globalización, más pertinente que nunca, corriéndose el riesgo de asumirse posturas extremas acerca de este tema. El bailarín y semiólogo venezolano Víctor Fuenmayor, asegura que definir una modalidad del aprendizaje de lo humano por las técnicas del cuerpo, debe ser una labor prioritaria para la identidad latinoamericana.

Danza y nacionalismo

A su vez, Sonia Sanoja, bailarina y coreógrafa emblema de la danza contemporánea de Venezuela y latinoamericana, cree que es necesario distinguir entre la identidad que viene de las raíces y el nacionalismo. "Este último –dice la creadora– es algo que encierra al individuo en un pequeño lugar y que lo lleva a buscar en los elementos exteriores que cree que lo identifican". Por el contrario, estima que la identidad es algo mucho más profundo que las raíces y nos proyecta hacia el futuro. Con la danza se trata de buscar otra realidad, que sea nuestra y que tenga lo mejor de nosotros.

Si seguimos al historiador cubano Miguel Cabrera, la danza es el espejo del hombre, un reflejo de su ser y quehacer como individuo y como integrante de una colectividad. Por ello, el acercamiento a esta manifestación no puede hacerse prescindiendo de su único generador y ejecutante: el ser humano, así como de las vertientes por las que ha transitado, a saber, el ritual mágico religioso (característico de la identidad latinoamericana) y la representación escénica de búsquedas artísticas.

En las artes, señala la investigadora Cassia Navas, el nacionalismo de rescate, que la danza brasileña propuso, se tornó fuera de moda y cada vez parecía estar más claro que lo "brasileño" al ser manejado no era unívoco y único, ya que el país estaba hecho de muchas "brasilidades". En la era de la informática, de las comunicaciones rápidas, de las reedificaciones de fronteras nacionales y regionales, ¿cómo definir una danza nacional, por el gesto, por la música, por el tema, por el hecho de que los bailarines o coreógrafos sean brasileños?, se pregunta Navas.

A su vez, el crítico Alberto Dallal, explica que todos los matices, anécdotas, niveles y sucedidos del país van a ser explorados por los coreógrafos del movimiento mexicano de danza moderna. Algunos coreógrafos, tras la aplicación de reglas personales, habrán de universalizar en ese período sus procedimientos, sus temas y sus alcances. En las realizaciones coreográficas mexicanas, añade el investigador, surgen propuestas de imágenes, figuras, formas, estructuras y modos de acción en los que se involucran todos los aspectos de la realidad y del mundo.

La danza o los bailarines

¿Qué es lo primero, la danza o los danzantes?, se plantea el crítico costarricense Víctor Hugo Fernández, anticipando que una reflexión sobre este tema no resulta ociosa cuando se trata de determinar los rumbos que ha tomado la danza de Costa Rica para su consolidación como movimiento artístico.

"Una predisposición natural al movimiento –continúa Fernández– y la rica influencia de las culturas caribeñas han permitido un desarrollo acelerado del material humano necesario para la danza costarricense.

Las interrogantes propuestas por estos autores hablan de coincidencias en planteamientos y preocupaciones sobre la complejidad de definir y caracterizar "lo latinoamericano" a través de la danza. Sólo hay inquietudes e indicios, nunca respuestas definitivas.

América latina ha producido notables artistas del ballet, tanto en la interpretación como en la coreografía. El ámbito del ballet, tanto clásico como neoclásico, ha aportado instancias artísticas fundamentales en el hemisferio.

La danza contemporánea latinoamericana a su vez, constituye una suerte de laberinto creativo. Mestiza, como las culturas que le dan origen, la expresión más renovadora de la danza de este continente ha buscado afanosamente, por disímiles caminos, su propia identidad como manifestación creativa de un particular conglomerado humano.

En esa búsqueda de identificación radica la esencia de la danza contemporánea. En este ámbito híbrido, el aporte de su multiplicidad de riquezas culturales, junto a temáticas, ideologías y códigos estéticos recibidos como significativas influencias de la danza creada en otros lugares del mundo, da como resultado un producto local y universal a la vez.

En la múltiple América latina, la danza contemporánea ha buscado expresar al hombre de estas latitudes. Las influencias iniciales provenientes de Estados Unidos y Europa, entremezcladas con las particularidades de cada región, han dado como resultado una expresión corporal particular, profundamente enraizada en las culturas continentales.

Formal o arriesgada. Libre y renovadora. Asentada en su identidad y con vocación universal. La danza escénica de América ha recorrido mil caminos en la búsqueda de su propio sello. El ballet en sus manifestaciones más actuales, aunque siempre basadas en la tradición académica y la danza contemporánea, singularmente diversa y desprejuiciada, dan cuenta del intenso tránsito de cuerpos y sensibilidades por el vasto universo del movimiento surgido en estas latitudes.

Creado a partir de los postulados tradicionales del ballet académico o nacida de las necesidades expresivas más disímiles y transformadoras, la danza latinoamericana apuesta a la originalidad conceptual y a la diversidad formal. Pregona su autenticidad antes que una identidad impuesta de antemano. En tiempos globales, insiste en mantener su esencia, su permanencia y su proyección universal.



Fuente: Danza Hoy